viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº576

Tendencias | 19 dic 2022

Opinión

¡Somos campeones!

Ni el mejor guionista hubiese logrado escribir esta historia. Tan sufrida de principio a fin. Pero había algo preparado, como si fuese un proverbio: el fútbol siempre da revancha.


La previa ya anticipaba que sería un partido duro. Para sorpresa de muchos, al principio no fue así.

Hubo un dominio absoluto por 80 minutos, que incluyeron dos goles. Y cuando todo parecía terminar, cuando ya se empezaban a entonar los primeros cantos, pasó lo inesperado: dos llegadas, dos goles fuera de contexto, y lo que era una fiesta, nos trajo viejos recuerdos.

 Fuimos al alargue y volvió el sufrimiento. Ese al que ya nos acostumbramos. Un país destinado a esto, pero que se levanta contra todo pronóstico y da batalla. Y así fue.

Nuevamente el dominio y un gol con el sello del mejor de los nuestros. Faltaban menos de cinco minutos y la maldición parecía finalmente esfumarse. Pero el guion de esta película increíble tenía preparado algo más. Otra vez, una llegada aislada y el villano convirtió el empate.

Otra vez, todo se derrumbó. La angustia, ese dolor inconfundible en el pecho, volvió a aparecer. Y se agudizó sobre el final, cuando el extraordinario Dibu Martinez sacó un pie fantástico y arruinó lo que podría haber sido el triunfo francés. No sería la única vez.

Llegaron los penales, y como siempre dicen, son una lotería. Las pulsaciones por el cielo, el nerviosismo a flor de piel. Pero ahí fueron Messi, Dybala y Paredes,  y patearon como si estuviesen en el patio de su casa. Volvió a aparecer Dibu, el de los juegos mentales, el de los bailes alocados, el que se transforma en la cancha. Contuvo el segundo, y quizás por su figura, forzó que el tercero haya salido desviado.

El último le tocó a Montiel. No quedó otra que arrodillarse y esperar. Algunos rezando, otros pidiéndole a algún destello divino que envíe fuerzas. Primero, calma. Diez segundos después, el estallido. Levantamos la vista, y vimos a Lionel siendo abrazados por todos. El fútbol siempre da revancha.

La alegría fue indescriptible, difícil definirla con palabras. Abrazos con desconocidos, llantos incontenibles, festejos alocados. Cada punto del país se transformó en una fiesta. Para muchos, fue la primera vez. Para otros, les trajo recuerdos del 86’ y del 78’.

Argentina es un país futbolero. Somos pasionales, nos enojamos, nos emocionamos. Lo vivimos así porque no conocemos otra manera. Por eso salimos a festejar cada triunfo. Es nuestra esencia.

Como alguna vez dijo Eduardo Galeano, el fútbol es el opio de los pueblos. No hay nada que genere tanta unión en la sociedad. La Selección Argentina comandada por Lionel Scaloni, y con Lionel Messi como bandera, provocó esto.  Un sentimiento pocas veces percibido, o que hace mucho tiempo no se sentía.

Hoy la vida continua, sí.  Pero la felicidad de este momento será eterna.

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