martes 30 de abril de 2024 - Edición Nº580

Locales | 31 ene 2023

HISTORIAS DE VIDA

La historia de la olavarriense que es tendencia y se enamoró de la ciudad a bordo de su bicicleta

Criada en nuestra ciudad, Jésica Recio no imaginó que con que su ejemplo podría contagiar. Hoy, inspira a trasladarse de manera sustentable. A través de una red social, comparte todo lo que ve, siente, huele y piensa cuando pasea.


Nunca pensó que su ejemplo podría contagiar. Tampoco que el descubrimiento de una nueva forma de percibir el mundo llegaría cuando se encontraba cerca de cumplir la cuarta década de vida. Pero lo que menos imaginaba fue que ese hallazgo llegaría de la mano de un vehículo íntimamente ligado a su historia familiar y disfrute personal y que la llevaría a escribir un nuevo capítulo en su vida.

Criada en nuestra ciudad, Jésica Recio (41) recuerda una infancia sencillamente feliz. “Mi papá era transportista. Toda la semana con mi mamá esperábamos que llegara el viernes para escuchar el motor del camión que anunciaba que papá regresaba”. Su madre tejía el hogar y cuidaba a sus cuatro hijos, tres mujeres y un varón. La casa estaba siempre llena de agujas, lanas, moldes y revistas de costura.

“Recuerdo mi infancia jugando en la calle, con mis hermanos y vecinos. Pasábamos las tardes entre patines y bicicletas. Con mis hermanas teníamos un solo par de patines de cuatro ruedas rojas y una bici Aurorita, roja también. Con Yani y Carla nos turnábamos para usarlos. Jugábamos toda la tarde de esquina a esquina y nos sentábamos a esperar que nos tocara el turno para usar la Aurorita. Amábamos esa bicicleta, nos encantaba pedalear”.

“Fue triste y difícil”

Al finalizar el colegio secundario, Jésica decidió ir a estudiar a Mar del Plata. En forma paralela trabajaba y eso le dejaba poco tiempo para poder regresar a su Olavarría natal. Hasta que en octubre de 2004, una mala noticia golpeó su puerta. Su madre había fallecido por una enfermedad del corazón. “En ese momento yo tenía 22 años, estaba terminando mis estudios en Administración de Empresas. Fue muy triste y difícil. Luego de recibirme decidí volver a Olavarría para estar más cerca de mis hermanos”.

Pasaron los años, cada uno de los Recio siguió su vida, a pesar de la tristeza. Se mantuvieron unidos. Jésica emprendió su regreso a Olavarría. La Facultad de Abogacía estaba ubicada a pocos pasos de su casa. “La comodidad de tenerla cerca y mi interés por adquirir nuevos conocimientos para complementar mis estudios anteriores me empujaron a anotarme”. Se recibió en 2012 y comenzó a ejercer y dar clases en educación pública.

 

“No hacía deporte, solo iba de casa al trabajo en auto”

Tenía trabajo, un título universitario, un auto para desplazarse sin mayores inconvenientes por la ciudad. Pero la realidad era que atravesaba momentos de tristeza interna. Le costaba relacionarse y tendía a quedarse mucho tiempo puertas adentro. En 2015 comenzó a trabajar en la Municipalidad de Olavarría y al año siguiente entró al grupo de trabajo en el Juzgado de Faltas de Olavarría (lugar del que todavía forma parte). No hacía deportes, solo iba de casa al trabajo en auto.

En marzo de 2020, una noche mientras estaban reunidos, los hermanos recibieron un llamado que los derrumbó por completo. Mientras acomodaba la carga arriba del acoplado del camión que manejaba, su papá sufrió un paro cardiaco. Una vez más, les tocaba hacer frente al dolor y seguir adelante. Hasta que un día, algo sencillo cambió todo. “Una de mis hermanas llevó una bicicleta a mi casa y empecé a hacer recorridos cortos por la ciudad. Cuando me sentí segura al andar, preparé el equipo de mate y comencé a salir a los caminos rurales”.

“Se convirtió en mi compañera”

Las semanas pasaban y cada sábado Jésica se subía a la bicicleta para conocer nuevos lugares. A medida que sumaba kilómetros empezó a mirar a Olavarría con otros ojos y a enamorarse de la ciudad. Poco a poco fue viviendo momentos de felicidad arriba de la bici. Sensaciones, lugares que jamás había visto y un montón de detalles que la hacían sonreír.

La bici se convirtió en mi compañera. Pero si bien andar los fines de semana era una desconexión hermosa, me faltaba más”. En noviembre de 2021 se compró una bicicleta plegable y todavía no se pudo bajar. Cuatro pasos y dos minutos le lleva alcanzar su vehículo: abrir la puerta, sacar la bicicleta a la calle, subirse y empezar a pedalear. Va a la verdulería, a comprar alimento para su perra Londres, a la panadería, a visitar amigos o a pasear con su sobrino Felipe. “Me encantan los comercios que tienen bicicleteros, son mis preferidos”.

Pronto advirtió que lo que antes le llevaba unos 25 minutos, con la bicicleta lo hacía en diez. “Ni hablar del ahorro de estacionamiento, nafta y gimnasio. Sumado a todo eso, me genera buen humor, hago ejercicio todos los días y colaboro con el medio ambiente porque me traslado de manera sustentable. También hay algo maravilloso. Es un entrenamiento pero interior, difícil de explicar y es que solamente se vive andando en bicicleta. Un par de vueltas al pedal y se activan mis sentidos, me permite que ingrese por mis ojos todo aquello que veo. Recibo los colores, las formas, los movimientos, los aromas, el frío y el calor. Nada más lindo que sentir el viento sobre la piel mientras imagino que voy volando”.

Pequeños grandes rincones

Más allá de cada lugar hermoso que tiene Olavarría -como canteras, montes, parques y sierras - Jésica reconoce que, desde la bicicleta, encuentra pequeños grandes rincones, preciosos pero no ostentosos. Por ejemplo, uno que visita a diario y en el que se detiene cinco minutos a escuchar el ruido del agua, es el puente Florentina Gómez Miranda, en la calle Hornos y Brown, en el Parque Mitre. “Olavarría está atravesada por el Arroyo Tapalqué, que tiene puentes colgantes de costa a costa. En la calle Hornos está mi puente preferido, con compuertas que generan una cascada. Cruzarlo es estar en un estado diferente”.

Un capítulo que todavía se escribe

Para Jésica, en este nuevo capítulo de su vida, el día arranca a las seis de la mañana. Se sube a la bici a las 06.45 h, y recorre unas cuadras hasta la bicisenda que la lleva directo al Juzgado. En diez minutos llega a la oficina. El recorrido es amigable, a esa hora hay poco tránsito y ruido. Las distancias no muy largas, le permiten ir tranquila, relajada, no llegar sucia por el traslado. Puede ir bien vestida al trabajo y en bicicleta, con polleras o vestidos, que son sus favoritos. La acompaña el sonido de los pájaros, la luna, y en estos días el calorcito del sol en la espalda. Voy disfrutando del cielo desde temprano. Me convertí en una especialista atando las polleras o vestidos, así nada se vuela”.

Sale de trabajar a las 15 h. y regresa a casa. Si no está cansada, da una vuelta por la costa del arroyo. “Me encanta ver los colores del sol sobre el parque y el arroyo en ese horario”. Almuerza, entrena y pasea con Londres, su perra. Tres veces por semana da clases, a la tardecita noche. Su tiempo libre lo dedica a sus hermanos, su sobrino Felipe, su novio y, por supuesto, a descansar.

Con la única finalidad de compartir sus vivencias e inspirar a quienes deseen subirse a una bici, creó una cuenta en Instagram que se llama @bicicleteandoenolavarría, desde la que comparte todo lo que ve, siente, huele y piensa cuando pasea en su plegable o en su mountain bike.

Con información de La Nación...

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