Aldebarán, la mansión que perteneció por más de seis décadas a la empresaria argentina Amalia Lacroze de Fortabat será demolida en semanas para construir en su lugar un complejo inmobiliario de, al menos, cuatro casas.
La espectacular residencia del barrio Golf, ubicada sobre la avenida Laureano Alonso Pérez y la calle Del Agua, es una de las icónicas casonas construidas en la década de 1940 por el arquitecto argentino Arturo Dubourg (1913-2003), que por entonces daba forma al barrio más exclusivo y suntuoso de Punta del Este.
Un largo romance con Punta del Este
Amalia Lacroze (1921-2012), llamada por sus íntimos “Amalita” y apodada por la prensa como la “La dama del cemento”, fue una empresaria que llegó a amasar la fortuna más importante de la Argentina y estar entre los primeros puestos en la lista de millonarios de la revista Forbes.
Su fortuna la heredó de su segundo marido, Alfredo Fortabat, y tuvo la capacidad y el talento de multiplicarla varias veces durante los años que presidió Loma Negra, la compañía cementera de Olavarría.
A Loma Negra hay que sumarle enormes extensiones de campo en la Argentina y también en Uruguay, negocios financieros y una colección de arte de las más importantes de América Latina que, desde hace un tiempo, se exhibe en la fundación y museo que lleva su nombre en un importante edificio de Puerto Madero.
El día de su cumpleaños de 1955, el 15 de agosto, Amalita recibió de Fortabat la foto de una casa como regalo. Cuentan que le dijo “es tuya, queda en Punta del Este, podés hacer con ella lo que quieras”.
Comenzó entonces un amor entre Amalita y Punta del Este que se prolongó por más de seis décadas y en las que fueron contados los veranos en los que faltó.
La casa tenía una historia propia, había pertenecido a uno de los primeros extranjeros que eligieron Punta del Este para vivir de forma permanente. En este caso fue un norteamericano, accionista muy importante del laboratorio que fabricaba el digestivo Alka Selzer. El hombre estaba gravemente enfermo de cáncer y buscó en Punta del Este el lugar para pasar sus últimos días. Pero lejos de morirse, se recuperó y vivió más de una década.
Lo primero que hizo Amalita al tomar posesión de su finca de verano, fue bautizarla y la llamó Aldebarán, nombre de la primera estrella de la constelación de Tauro.
Cuando visitó por primera vez la casa, no le gustó su interior. La encontró oscura, llena de enormes vigas de madera que, a su parecer, la hacían poco atractiva. Sí, se enamoró de su enorme parque jardín que se desparramaba como un campo de golf por miles de metros cuadrados. Dispuesta a hacer de aquella casa su lugar en el mundo, al menos en verano, Amalita comenzó a reformarla y fue este el estado casi permanente de la residencia durante décadas.
Ella argumentaba que tenía “mucha familia postiza”. Por tal razón compró el terreno lindero y convirtió la también lujosa casa que allí estaba en garages y habitaciones adicionales para el personal de seguridad que la seguía a todos lados.
Esa mujer que fue la más poderosa de la Argentina, jamás ocultó su amor por Punta del Este y por su casa. Sus paredes guardan muchas historias y secretos. Sus salones están decorados por murales de Nicolás García Uriburu expresamente diseñados y pintados para la dueña de casa. Esas obras fueron testigo de comidas en las que se escribió la historia más reciente del Río de la Plata. Sus habitaciones hospedaron a lo más granado de la política y de la cultura de la región y también del mundo.
En semanas, Aldebarán seguirá el triste derrotero de muchas de las extraordinarias residencias que Dubourg construyó en Punta del Este.
Fuente: La Nación.