viernes 19 de abril de 2024 - Edición Nº569

Tendencias | 23 sep 2022

HISTORIAS

La macabra historia del sacerdote de Olavarría que mató a su esposa y su hija

Pedro Nolasco Castro Rodríguez fue el primer párroco de la ciudad. A las mujeres las mantuvo escondidas en Buenos Aires, hasta una supuesta infidelidad desató la tragedia.


“Hágame un cajón muy grande. Es para una señora muy gorda que me la mandan de afuera”, pidió al carpintero el sacerdote Pedro Nolasco Castro Rodríguez, el primer párroco de la ciudad de Olavarría. Era el mes de junio de 1888. Castro Rodríguez tenía entonces 25 años y de esa manera pretendió salir impune de los femicidios de su esposa y de su hija para no manchar su imagen y mantener su cargo.

Un veneno fuerte y un martillo fueron las armas con las que el religioso, que había nacido en España, asesinó a su mujer Rufina Padín y a María Petrona, su hija de 10 años. Durante todo un mes Castro Rodríguez consiguió que su secreto estuviera a salvo, pero la inesperada intervención de su sacristán, Ernesto Perín, derribó su coartada y le costó una condena a la pena máxima.

De Galicia a La Boca

Castro Rodríguez nació en España en 1844 y se ordenó como sacerdote a muy temprana edad. Su congregación lo envió poco tiempo después a Uruguay y fue allí, en Montevideo, que su vida dio el primer giro brusco de dirección.

Del otro lado del charco conoció a un pastor de la Iglesia Anglicana de apellido Thompson y se abrazó a esa doctrina religiosa. Para ello, Castro Rodríguez tuvo que renunciar a la Fe católica en la que se había formado y, un par de años más tarde, lo trasladaron a Buenos Aires.

El hijo pródigo

El exsacerdote se enamoró por primera vez en las calles porteñas del siglo XIX. La mujer que le robó su corazón se llamaba Rufina Padín y tras dos años de noviazgo la pareja se casó en 1873 en un templo metodista.

En el barrio de La Boca el flamante matrimonio probó suerte, primero poniendo una escuela, pero no resultó como esperaban y se mudaron a Ranchos, donde Castro Rodríguez se dedicó de lleno a trabajar el campo. Pero tampoco entonces mejoró su situación económica.

Sin poder levantar cabeza, apeló a un recurso desesperado: el regreso del hijo pródigo. Castro Rodríguez pidió una entrevista con el cura párroco de Nuestra Señora de La Merced, Mariano Antonio Espinosa, y le manifestó su voluntad de volver al catolicismo.

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