miércoles 24 de abril de 2024 - Edición Nº574

Locales | 28 nov 2021

Ejemplo a seguir

Latidos del Alma cumple 20 años llevando solidaridad a Chaco

La pandemia frenó los viajes pero no las ganas de seguir trabajando y esta año se renueva al envío de alimentos, ropa, calzados, remedios y muebles. Cómo ha sido la experiencia de recorrer kilómetros para aliviar tanta pobreza.


Por: Fernanda Alvarez

Silvia llega a una escuela de San Martín, a unos 130 km de Resistencia, repleta de regalos. Ella es, para todos, “la madrina”. Es la referente de Latidos del Alma, un grupo que nació en Loma Negra en la crisis de 2001, y que hasta hoy sigue viajando a Chaco, cada vez con más cosas, para aliviar la pobreza que -lejos de retirarse- se mantiene o acrecienta.

¿Qué llevan? “Desde lo más insignificante (para nosotros) como puede una taza de plástico o un libro, hasta muebles, remedios, comida, juguetes, zapatillas”, enumera. La lista incluye también colchones, camas, cunitas, cochecitos para bebés, sanitarios que alguien ya dejó de usar. “Hay como un gran espíritu en Olavarría porque yo muchas veces abro la puerta de mi casa y hay un colchón, unas sillas, un carrito para nenes”.

Tal es así que completan un camión con acoplado que cada año recorre los 1400 kilómetros que separan esta ciudad bonaerense de una de las provincias con más necesidades de la Argentina. Tantas que cada año duele un poco más. Porque en ese lugar, todo sigue igual.

“Nosotros creemos que a medida que pasen los años vamos a ver algo diferente. Pero no”, confiesa con tristeza. y aunque resulte “decepcionante”, el grupo no baja los brazos porque -contradictoriamente- esa misma decepción los obliga a redoblar esfuerzos y a renovar fuerzas y compromiso. “Nosotros somos solo el medio, El agradecimiento profundo es siempre a cada persona que nos lleva las cosas”.

Desde el comienzo

La iniciativa surgió como una oportunidad de ayuda en plena crisis de 2001. El primer viaje fue a una escuela de frontera en Neuquén, para luego ir a Tucumán y finalmente, a Chaco. Allí conocieron la pobreza extrema. Y cuando Silvia Pereira dice pobreza, habla de una casa hecha de palos con puertas y paredes de nylon negro. Habla sobre la falta de agua potable, un derecho básico. Se refiere a casas donde la cocina es una latita de aceite con unos palos adonde se hace la tortilla (que es agua, harina y sal). Silvia grafica la pobreza al contar que los nenes y nenas de la zona caminan con las zapatillas rotas y los mayores están descalzos; que la cama es el suelo, el vehículo es en el mejor de los casos un caballo y que por supuesto que no hay baño y, obviamente, la alimentación es escasa.

“Hemos visto una media cubierta de algún vehículo colgado con trenzas que hacen con yuyos y ahí duermen los bebés. Es muy duro…”. El paso del tiempo no le cambia el paisaje. Y eso duele e indigna. “Uno a veces no alcanza a medir el impacto que causan estos viajes, en ellos y en nosotros”.

La llegada es a 23 instituciones entre escuelas, hospitales, iglesias, hogar de niños, espacios donde se brindan talleres. Previo contacto con los referentes de cada lugar, el grupo puede alcanzar ropa y calzado de forma personalizada. “Y los chicos reciben las zapatillas como cualquier nene: con una sonrisa hermosa. Da bronca cuando uno escucha decir que ´están acostumbrados a andar descalzos´. Mentira, no es así. Si no se ponen otra cosa es porque no la tienen”. Al mismo tiempo, describe que “muchos recorren de 2 a 10 km a caballo, a pie, entre el monte, llegan con espinas en los pies, sin duda que la alimentación de la escuela es la única que reciben en el día”.

Por eso la tarea del maestro es central. Hacen de cocineros, psicólogos, enfermeros. Las actividades van más allá de lo educativo e incluso alcanza a las familias, con talleres de educación sexual, campañas sanitarias, entre otras.

Por supuesto que ver llegar el camión repleto genera expectativa. Y los nenes y las nenas del lugar se preparan para recibir lo que más quieren: juguetes. Para muchos, el primero en tener en sus manos provino de Olavarría. Por eso cuando la agrupación ofrece charlas en escuelas locales lo primero que hacen es preguntarle a los estudiantes cuántos juguetes tienen en su habitación. “Los chicos ni saben. Entonces les decimos que si cada uno nos dona un camioncito, una muñeca, un rompecabezas, nos garantizamos una carita feliz. Y hay muchas caritas para ver felices”. Como las que Silvia tiene grabadas al ver a los niños poner los cordones a las zapatillas. “Algo tan simple, y tan increíble”.

Además, la idea es compartir momentos, por lo que los integrantes del grupo almuerzan juntos y preparan juegos. “Y como en el norte se baila mucho, nunca falta eso”, agrega Silvia.

Después de tanto tiempo, Silvia Pereira analiza el significado de los viajes: “En lo personal cuando vuelvo, mis hijas me dicen que cuente algo y la verdad, no me sale nada. Uno vuelve especialmente afectado. Sentís que tus zapatillas son las mejores, tu casa es lujosa, la cama es la mejor. Cuando uno ve y vive todas esas carencias, entonces no podés seguir igual”.

Dar y recibir

En la agrupación sienten que dando se recibe y se aprende mucho. “Sobre todo porque vemos con el amor que lo reciben, con el agradecimiento, la alegría, eso fortalece, porque tenemos sentimientos encontrados: trajimos un montón y a la vez no alcanza, nunca es suficiente”.

Las cosas que se donan son cada vez más. Como si la cadena solidaria aumentara a medida que crece la pobreza. La pandemia los puso en pausa de viaje, pero como se mantiene el contacto con las docentes, ya preparan su próximo camión que partirá en mayo de 2022. Mientras tanto, un depósito en Loma Negra recibe donaciones.

La propuesta, cada vez que surgen los pedidos, es compartir lo que se tiene y no regalar las sobras. Por eso piden cosas en buen estado. “Porque allá no hay nada: si nos dan un guardapolvo sin botones, yo los tengo que arreglar antes de llevarlo. Porque imaginate que si no hay agua, no hay ni aguja ni hilo. Así se vuelve necesario pensar en quién lo va a recibir, para que tenga una solución que sea útil a su necesidad”.

Todo es bienvenido: un mueble que ya no se usa, una mesa, heladeras, camas, colchones, bicicletas, estufas, juegos de sábanas, frazadas, golosinas, ropa, abrigos y por supuesto alimentos. “En las escuelas hay un ingreso gubernamental pequeño para alimentos. Si nosotros llevamos todo lo que es seco, ese dinero se puede usar para la comida fresca”, explica Silvia Pereira. Si alguien quiere sumarse, puede comunicarse al teléfono 2284 – 593004. Latidos del Alma y Chaco ya están agradeciendo.

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